Regreso del bombardeo estratégico impulsado por la inteligencia

Hace más de un siglo, el general italiano Giulio Douhet sentó las bases teóricas de lo que hoy conocemos como bombardeo estratégico. En su visión pionera, el poder aéreo debía ir más allá del apoyo táctico al combate terrestre: debía golpear directamente la voluntad y la infraestructura del enemigo, paralizando sus capacidades desde el aire antes de que pudiera responder. Para Douhet, quien controlara el cielo dominaría la guerra. Aunque sus ideas fueron polémicas y, a menudo, mal interpretadas, anticiparon una lógica que sigue vigente en el Siglo XXI: la superioridad aérea no es solo una ventaja operativa, sino una herramienta estratégica capaz de decidir el curso de un conflicto militar sin necesidad de la ocupación terrestre.

No obstante, en los últimos años se venía afirmando que el bombardeo estratégico había muerto, superado por la guerra de precisión y las operaciones híbridas. Pero los recientes ataques aéreos de los Estados Unidos e Israel contra Irán demuestran lo contrario: no ha desaparecido; ha evolucionado. Ya no es un mazo de fuerza bruta, sino un bisturí quirúrgico dirigido con precisión por capas de inteligencia sofisticada.